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sábado, 16 de abril de 2016

Cervantes. Un escritor en busca de la libertad.

El propio Cervantes nos explica su apasionante historia en este libro: las penurias de su infancia, su huida a Italia, su experiencia como soldado, la herida que recibió en Lepanto, su penoso cautiverio en Argel, los viajes que realizo por Andalucía y la Mancha recaudando impuestos, su paso por la cárcel... El rigor histórico y el dramatismo de los grandes relatos se conjugan en esta amena biografía, que nos ayuda a comprender mejor la obra de un escritor imprescindible.

sábado, 2 de abril de 2016

Viaje literario por Salamanca

Pocas ciudades habrán dado a luz tantos hijos pródigos relacionados con la literatura, ya sean reales, ficticios o incluso putativos. Salamanca es una de ellas. Recorremos los rincones novelescos que la pueblan, desde la casa de Unamuno al jardín de Calixto y Melibea o el café de Torrente Ballester.
De papel o de carne y hueso. Salamanca ha dado a luz personajes y rincones literarios de toda condición. Desde Carmen Martín Gaite, que nació en la ciudad castellano-leonesa y siempre volvía al café Novelty, al huerto de Calixto y Melibea, la casa de Miguel de Unamuno o el puente del Lazarillo. Ocho paradas literarias con denominación de origen charra.
1. Siguiendo a Melibea

No es muy grande, pero a los salmantinos les resulta suficiente para desconectar. Y a dos pasos del centro. Se trata del Huerto de Calixto y Melibea, un jardín medieval con tintes árabes cuyo nombre se relaciona de inmediato con la obra clave de Fernando de Rojas, La Celestina. Dicen que casi toda está localizada en Salamanca (el autor estudió aquí), aunque nunca se diga en el texto. Y una parte, en este jardín, el mismo de la casa de la inocente Melibea. Allí, entre parras, árboles frutales y aves de paso (como ahora), Calixto entraba buscando a un halcón. Hoy, a la entrada del parque, aparece desafiante la figura de la vieja alcahueta. Sólo de cintura para arriba. Dentro, se suman las efigies de otros cuantos personajes.


2. El café de Torrente Ballester

Este forastero llamado Gonzalo Torrente Ballester murió en su casa salmantina, en plena Gran Vía, una madrugada de 1999. No llegó aquí hasta 1975, cuando ocupó una plaza de profesor en el instituto Torres Villarroel, aún en pie en la avenida de Hilario Goyenechea. Pero donde más se le veía era en el centenario Café Novelty, bajo los soportales de la Plaza Mayor (en el número 2 concretamente). Allí pasaba las tardes dando forma a sus novelas y artículos. Por eso, una efigie a tamaño natural descansa en el puesto que solía ocupar. Hoy, las tertulias (literarias, taurinas, políticas...), siempre a las ocho, siguen siendo la seña de identidad de este antiguo café cantante... junto a los helados. El 13 de junio, cuando se cumpla el centenario del nacimiento del autor, Salamanca contará con otra escultura suya, esta vez en lo alto de la biblioteca que lleva su nombre.
3. La boina de Martín Gaite

Su padre era de Valladolid, pero su madre de Salamanca, por lo que sus primeros años los pasó en esta última, donde no fue al colegio porque su progenitor renegaba de los centros religiosos. Y poco más había para elegir... Sí fue a un instituto femenino, cuya experiencia relató a conciencia en su novela Entre visillos, que plasmaba los sueños de un grupo de adolescentes en una ciudad provinciana. También pisó la Universidad local, donde conoció a Ignacio Aldecoa, al que una madrugada cualquiera trajo a su ciudad para enseñarle su amanacer. Lo hizo junto a Ana María Matute, Rafael Sánchez Ferlosio, Rafael Azcona... Desde 2000, año en que murió la escritora, una original escultura en la que su cuerpo adopta forma de libro está plantada en la céntrica plaza de los Bandos. No le falta, por supuesto, su característica boina calada. Aquí había nacido 75 años antes.
 4. Un Lazarillo de piedra

Lázaro González Pérez nació a orillas del Tormes, en lo que en el siglo XV era un pueblo independiente, el de Tejares, y hoy un barrio más de Salamanca. Allí, el que ha pasado a la posteridad literaria como Lazarillo de Tormes hacía de las suyas entre hermanastros mulatos, amos con forma de arciprestes y mendrugos de pan arrancados de cuajo. Uno de los capítulos más célebres tiene lugar en el puente romano, junto al que sobresale un toro de piedra sin cabeza. El muchacho se acerca a él guiado por otro de los protagonistas, el ciego, para escuchar sus rumores, pero sólo logra una buena reprimenda. En ese enclave, frente a la iglesia de Santiago, hoy surge la estampa en bronce de los dos personajes, cuyo padre podría dejar de ser anónimo para convertirse en el poeta Diego Hurtado de Mendoza, según las últimas pesquisas.

5. Unamuno, el rector que vino del Norte

El que fuera tres veces rector de la Universidad de Salamanca, concejal y hasta diputado por la ciudad castellano-leonesa no nació aquí, pero sí murió. Lo hizo durante una tertulia con amigos el último día de 1936. Y en su propia casa, en la calle Bordadores, 4, en la que se encontraba bajo arresto domiciliario desde hacía tres meses. Sin embargo, su actual museo no está aquí, sino en la antigua Casa Rectoral de la calle Libreros, 25, donde vivió algunos años antes. Un recorrido por este singular edificio del siglo XVIII da cuenta hoy de las lentes que usaba el bilbaíno, de sus manuscritos, su ropa, su parra aferrada a la ventana... La ruta vuelve a la calle Bordadores, 14, para entrar en el café-bar que hoy lleva el nombre de una de sus obras cumbre: Niebla.



6. El aula de Fray Luis de León

Nacido en Cuenca y fallecido en Ávila, el humanista Fray Luis de León ha pasado a los anales por su vinculación con Salamanca y, sobre todo, con su Universidad. Allí sigue intacta el aula en el que impartía clases y de la que le echaron por traducir El cantar de los cantares al castellano, tal y como denunciaron sus propios compañeros (y sobre todo el catedrático de Griego), con los que también se había enfrentado en los pasillos. A su vuelta de la cárcel tras cinco años, el poeta se limitó a comentar: «Como decíamos ayer...», frase que, junto a él, ha pasado a la Historia. Quien haya recorrido la ciudad recordará también su estatua, emplazada justo enfrente de la antigua fachada de la Universidad. Y de la famosa rana montada sobre la calavera, ésa que hay que encontrar si uno quiere pasar de curso.
7. Los fantasmas de la Plaza Mayor

Muchos turistas (o incluso lugareños) ni se fijan, pero a otros tantos les da por descubrir a los personajes que penden de cada medallón de los arcos de la Plaza Mayor, culmen de las castellanas de su especie. Y eso que llegó a ocupar tres veces más. Los medallones hacen referencia a algún ilustre vinculado con la ciudad. Y buena parte con la literatura. Es el caso de Santa Teresa de Jesús, que conoció a fondo estos lares, el propio Unamuno o Miguel de Cervantes, quien localizó aquí su novela ejemplar El licenciado Vidriera. Una inscripción sobre ella descansa en una de las fachadas de la Universidad. El de Lepanto también sacó a relucir en El Quijote sus saberes sobre la zona al dar vida al universitario salmantino Sansón Carrasco.


8. De profesor, Satanás
La ruta literaria puede continuar en la calle La Latina, que rinde homenaje al lugar en el que nació la primera mujer que entró en la Universidad... aunque vestida de hombre. Se trataba de Beatriz Galindo, conocida por el sobrenombre la Latina por ser la profesora de latín de Isabel la Católica. Otro que daba clases por la zona, cerca también de la Universidad, era el mismísimo diablo, esta vez en la Cueva de Salamanca, en la cripta de la iglesia de San Ceprián. Enseñaba sólo a siete alumnos y durante siete años. Una vez transcurridos, se quedaba con uno, con el mejor. Un marqués, el de Villena, logró escapar, pero a costa de perder su sombra por el camino.

Salamanca es una ciudad que enamora. El centro histórico destaca por las construcciones con piedra de Villamayor, que por su facilidad de trabajo permite elaborar las más finas filigranas y por su contenido en hierro la ciudad adquiere una luz especial al atardecer.
Quiero detenerme en diversas frases celebres de distintos personajes históricos que realzan la belleza de esta ciudad.
Miguel de Cervantes, que posiblemente fue alumno de la Universidad, realizaba repetidas referencias a Salamanca, por ejemplo en un entremés titulado La Cueva de Salamanca o mediante el personaje del bachiller Sansón Carrasco en el popular Don Quijote de La Mancha. En una de sus novelas ejemplares, El licenciado vidriera Cervantes habla en dos ocasiones:  
Salamanca que enhechiza la voluntad de volver a ella a todos los que la apacibilidad de su vivienda han gustado”. Esta frase la encontramos en una placa adherida a la trasera del edificio de la Universidad en la Plaza de Anaya.
Y en el mismo libro también encontramos “Advierte hija mia, que estas en Salamanca, que es llamada en todo el mundo madre de las ciencias, y que de ordinario cursan en ella y habitan diez o doce mil estudiantes. Gente moza, antojadiza, arrojada, libre aficionada, gastadora, discreta, diabólica y de buen humor.”
Lope de Vega hablaba así de Salamanca y su Universidad en “La Limpieza No Manchada”.
"Pero, ¿por qué me detengo
ínclita ciudad famosa
favorecida del cielo
Real Universidad,
madre de tantos ingenios
que has dado tantos Catones
a los Reales consejos
del soberano Filipo,
y a tantas grandezas dueños?
¡Famosa Universidad,
Salve, luz del Evangelio,
celebrada en todo el mundo
con razón!"
En el romance "A una dama que deseaba saber su estado, persona y vida" Pedro Calderón de la Barca dice:
"Bachiller por Salamanca
También me hice, luego, cuya licencia
Que en mil actos me disculpa"
José de Espronceda, en "El estudiante de Salamanca" nos habla de
"la famosa Salamanca, insigne en armas y letras, patria de ilustres varones, noble archivo de las ciencias."
Víctor Hugo fascinado por la alegría de los estudiantes y la belleza de la ciudad hablaba de ella como
"Salamanca reposa sonriente sobre sus tres colinas
Duerme al son de las mandolinas
Y se despierta sobresaltada por el griterío de sus estudiantes"
Más recientemente Miguel de Unamuno dedicó a Salamanca varias frases célebres:
¡Esta Plaza Mayor de Salamanca! […] Este es el corazón, henchido de sol y de aire, de la ciudad; el templo civil, sin otra bóveda que la del cielo.
Es una fiesta para los ojos y para el espíritu
Ver la ciudad como poso del cielo en la tierra de las aguas del Tormes
Salamanca, Salamanca
renaciente maravilla
académica palanca
de mi visión de Castilla
Frases populares sobre Salamanca hay muchas, aquí pongo algunos ejemplos:
Quien quiera aprender que vaya a Salamanca.
En todas las ciencias primera, Salamanca enseña
Salamanca, Roma la Chica.
Salamanca, la Atenas de occidente
Salamanca Madre de las Ciencias.
El Rey Fernando III otorgó y mandó que hubiera escuelas en Salamanca.
Salamanca no hace milagros, el que va jumento no vuelve sabio.
Lo que natura no da, Salamanca no lo otorga.
Carmen Martín Gaite. Esta famosa escritora salmantina reflejó sus recuerdos de juventud en el libro El cuarto de atrás, donde menciona su vida en Salamanca. También habló de una ciudad provinciana, fácilmente reconocible para los salmantinos, en una de sus obras más conocidas: Entre visillos.
Salamanca ha estado presente desde siglos atrás en la literatura, sirviendo de escenario a numerosos episodios novelísticos.
La Celestina de Fernando de Rojas.Esta historia de amor trágico tiene su escenario principal en el Huerto de Calixto y Melibea, sobre la Muralla, donde una estatua recuerda a la Celestina con esta inscripción: Soy una vieja como el mundo me hizo, ni mejor ni peor.El libro de La Celestina, de Fernando de Rojas, es una de las obras imprescindibles de la literatura española.
El Lazarillo de Tormes. El lázaro debe su nombre a haber nacido en la ciudad del Tormes: Salamanca. En la novela se cuenta como el Ciego casi le abre la cabeza al Lazarillo contra el verraco que se encuentra encima del Puente Romano:
Salimos de Salamanca, y llegando a la puente, está a la entrada della un animal de piedra, que casi tiene forma de toro, y el ciego mandóme que llegase cerca del animal, y allí puesto, me dijo: "Lázaro, llega el oído a este toro, y oirás gran ruido dentro de él." Yo simplemente llegue, creyendo ser ansí; y como sintió que tenía la cabeza par de la piedra, afirmó recio la mano y dióme una gran calabazada en el diablo del toro, que más de tres días me duró el dolor de la cornada, y díjome: "Necio, aprende que el mozo del ciego un punto ha de saber mas que el diablo", y rió mucho la burla.

En la actualidad, existe una estatua que los representa a los dos a la entrada del Puente Romano. No se sabe quién escribió El Lazarillo de Tormes, pero es una obra maestra caracterizada por ser la precursora de la novela picaresca.


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