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martes, 16 de diciembre de 2014

Demonios familiares


“Algunas noches el Coronel oía llorar a un niño en la oscuridad. Al principio se preguntaba quién sería, puesto que hacía muchos años que en la casa no vivía ningún niño. Sólo quedaba, en la mesilla de noche de Madre, una fotografía sepia, una sonrisa transparente y errática —quien sabía ya si de Madre o del niño—, flotando en la noche como una luciérnaga alada”. (Puedes leer aquí el primer capítulo).  

Así arranca Demonios familiares (2014),la novela que Ana María Matute estaba escribiendo cuando el pasado mes de junio le sobrevino la muerte. La obra póstuma de esta inimitable escritora cuenta la siguiente historia: 
En la primavera de 1936 Eva se hallaba de novicia en un convento y es sacada de él rápidamente, cuando milicianos republicanos queman el edificio. Es hija de un Coronel, viejo militar que ha hecho la guerra de África, descendiente a su vez de una rígida familia de derechas dominada con mano férrea por la Madre de aquél. Tanto el Coronel, que ahora sobrevive enfermo en una silla de ruedas, como su Madre no reciben otro nombre, queriendo significar Matute con ello su función de absoluta jerarquía y poder.Eva ha nacido y se ha educado en el seno de esa familia sin amor, sin ternura, sin roce afectivo. Conocen los lectores de Ana María Matute, tanto la autora de novelas como la escritora de cuentos, que ese tema de la precariedad afectiva de una niña es constante en su obra. Sin ir más lejos, ocupa el centro de Paraíso inhabitado (2010), su título anterior.
Demonios familiares. Ana María Matute. Destino. Barcelona, 2014. 182 páginas.

                                 

lunes, 15 de diciembre de 2014

Cuentos eróticos de Navidad

Portada de Cuentos eróticos de Navidad
Un libro que transmite plenamente la inquietante unión de lo erótico con lo navideño.
Además de una propuesta lúcida este libro es un pretexto para reunir a autores españoles e hispanoamericanos muy diferentes, algunos incluso abordan por primera vez un relato erótico. A la categoría literaria que poseen los autores convocados se suma el amplio reconocimiento de la crítica y de los lectores de que todos ellos gozan.

Prólogo de "Cuentos eróticos de Navidad"
No sé qué pensarán ustedes, pero yo tengo la sensación de que nuestra cultura, como dice mi gran amigo Juan Marsé, sigue cogiéndosela con papel de fumar. Por suerte, la literatura, sobre todo la literatura erótica, es uno de los pocos reductos abiertos a la transgresión. Y me siento honrado de dirigir una colección que, como “La Sonrisa Vertical”, aporta su perverso granito de arena. En el caso de este libro, creo que pocas veces puede uno darse el gustazo de disfrutar en todos los sentidos a costa de una fiesta tan tradicional, o tan entrañable, o tan horrorosa, o tan inevitable como es la Navidad: sobre gustos no hay nada escrito, igual que en erotismo. ¿Por qué, se preguntarán, reunir en un volumen dos temas tan dispares? Así, a bote pronto, uno diría que la Navidad es un antídoto contra la lujuria (el cristianismo ya es otro cantar: está repleto de mártires masoquistas, flageladores y flagelados, místicos muy sensuales, cilicios –hoy los reyes de las sex-shops– y conventos cuyos religiosos se arrodillan sólo ante los ojos de las cerraduras). Sin embargo, precisamente por tratarse de una tradición de origen religioso, y antigua, se presta perfectamente a una irreverencia más profunda, chocante y turbadora.
El volumen viene marcado por la variedad: variedad de autores y estilos, de temas, tonos y ambientes. El mérito es de los magníficos escritores españoles e hispanoamericanos que se han lanzado a escribir, exclusivamente para este libro, una historia, un relato en el que, poniendo la carne –y el pavo– en el asador, han reunido su visión de lo erótico y lo navideño; algunos se estrenan en estos terrenos, otros regresan a él por unos instantes. Ha merecido la pena.
Se sitúen a comienzos del primer milenio, en la Inglaterra del siglo XIX, o en la actualidad, transcurran en Cuba, en España, en cualquier ciudad o rincón del mundo, todos los relatos están relacionados con la celebración navideña. En esto, nadie se ha saltado la regla.
Unos cuentos son decididamente sacrílegos, otros ambiguos y misteriosos, otros aún exóticos: entre la exaltación y la depresión que puede embargarnos en estas fechas cabe toda una gama de sensaciones.
Hablemos ahora del erotismo. Mientras unos cuentos abordan la iniciación en brazos de mujeres maduras (o no tan maduras), la obsesión casi fetichista por una parte del cuerpo y su sabor, o el recurrir a prostitutos para colmar la soledad y demás “vacíos”, otros cuentos tratan la ruptura del tabú de la heterosexualidad, la superación, ¡ay!, de la impotencia, el cumplimiento de unos deseos aplazados durante años, el desquite largamente acariciado (y la dulce amargura de quien lo sufre), la recapitulación de toda una vida íntima, la insoslayable presencia de la familia en las relaciones eróticas, o la seducción mediante el relato erótico (a su vez perverso).
El orden en que se presentan obedece a un deseo de conducir al lector por los meandros de la pasión. Y es que con el erotismo ocurre como con el turrón, que hay que saber dosificarlo... para no pillar un empacho.
Es por tanto un placer, y nunca mejor dicho, dar paso a estos doce y dos medios (por evitar el número fatídico) cuentos que desbordan imaginación, erotismo y... espíritu navideño.
Luis García Berlanga
* Prólogo de "Cuentos eróticos de Navidad". Tusquets Editores, Barcelona, 1996.
Autores antologados en la obra narrativa reseñada:
Logo de la colección. Tusquets Editores
Mercedes Abad (España)
José María Álvarez (España)
 Felipe Benítez Reyes (España)
Javier Cercas (España)
Abilio Estévez (Cuba)
Irene González Frei (seudónimo)
Andrés de Luna (México)
Eduardo Mendicutti (España)
Ana María Moix (España)
Mayra Montero (Puerto Rico)
Leonardo Padura (Cuba)
Manuel Talens (España)
Luis Antonio de Villena (España)

viernes, 12 de diciembre de 2014

Platero y yo


    
 
   
 Diversas portadas de Platero y yo del Nobel de Literatura Juan Ramón Jiménez ,en homenaje a sus cien años de existencia.

miércoles, 10 de diciembre de 2014

Primer amor



En Primer amor, Turguéniev narra la pérdida de la inocencia del adolescente Vladimir, subyugado, desde la primera visita de cortesía, por su vecina, la arruinada y extravagante princesa Zenaida, durante un verano de tempestades internas y crueles revelaciones.A la par que descubre el tormento de amar en vano, Vladimir se sitúa en el centro de una intriga cuyo desvelamiento hará saltar en pedazos su frágil universo infantil y la inexistente armonía del núcleo familiar... Pues Primer amor narra, asimismo, el conflicto entre padres e hijos en una Rusia donde conviven el refinamiento afrancesado y la barbarie social. Traiciones, desaliento, heridas que la vida no cicatrizará jamás... Primer amor es una obra maestra de la lucidez, un cuento cruel sobre los mecanismos del deseo y las relaciones de poder en el campo no baldío de las relaciones amorosas. Más que una educación sentimental, Turguéniev construyó con su Primer amor una suerte de «desmoronamiento sentimental».



Así comienza esta espléndida novela de la literatura rusa:

Capítulo I
Tenía entonces dieciséis años. Era el verano de 1833.Vivía con mis padres en Moscú; ellos tenían alquilada una dacha en Kaluzhskaya Zastava frente al parque Nescuchnoye. Estaba preparándome para ingresar en la Universidad, pero estudiaba poco, sin hacer el menor esfuerzo.Nadie ponía trabas a mi libertad. Hacía lo que me venía en gana, sobre todo cuando se fue mi tutor francés, que nunca pudo hacerse a la idea de que había caído «como una bomba» (comme une bombe) en Rusia y se pasaba la vida tumbado en la cama con cara de mal humor. Mi padre me trataba con una mezcla de indiferencia y cariño. Mi madre apenas me hacía caso, a pesar de ser su único hijo, pues otras preocupaciones acaparaban su atención.(...)

Continúa su lectura en el siguiente enlace: Libro digital Primer Amor.

                   
                    


viernes, 5 de diciembre de 2014

Viaje literario por Venecia

                                    
Venecia en la literatura:
Se ha escrito más sobre Venecia que sobre la mayoría de las otras ciudades del mundo. En 1364 Petrarca la halló "rica en oro, pero más rica aún en fama". En 1786 Goethe opinaba que esta ciudad no podía compararse a ninguna otra. En 1789 Ernst Moritz Arndt se enfadó por los "aspectos y olores repugnantes". En 1844 Charles Dickens se entusiasmaba diciendo que la realidad de Venecia "superaba la capacidad imaginativa del más fantástico soñador", y en 1913 Thomas Mann llamó a Venecia "la más inverosímil de las ciudades".
Pero la Venecia derrotada devino símbolo de grandeza perdida, lugar de melancolía, nostalgia, romance, misterio y belleza. Como tal, ejercía un poder irresistible en pintores y escritores. Lord Byron, que vivió dos años en un palacio del Gran Canal, casi parecía preferir la Venecia en decadencia: "Por ventura más querida todavía en sus días de aflicción / que cuando era alarde, maravilla y espectáculo". Henry James consideraba Venecia una atracción turística demasiado explotada, "un maltrecho cosmorama y bazar". John Ruskin, centrándose en las riquezas arquitectónicas de la ciudad, aclamó Venecia como "el paraíso de las ciudades". Para Charles Dickens, Venecia era "una ciudad fantasma" y para Thomas Mann una curiosidad de oscuro atractivo, "mitad cuento de hadas, mitad trampa".[...] Gracias a los dos siglos de pobreza, la herencia arquitectónica de la ciudad se había mantenido sorprendentemente a salvo de intrusiones modernas. 
Los siglos XIX y XX apenas habían dejado huella en Venecia. Al pasear por sus calles, el visitante actual todavía disfrutaba de una sucesión de vistas muy similares a cómo las pintó Canaletto en el siglo XVIII. (John Berendt, La ciudad de los ángeles caídos)
[...] Bien entrado el XIX, Charles Dickens se embarca hacia el Sur para escribir su libro Imágenes de Italia. Queda prendado de Venecia, cuya realidad, en su opinión, "excede el sueño más extravagante". Y sobre la ciudad cae la riada de la literatura iniciada por Goethe. Llegan Ruskin, Twain, Henry James, Proust, George Sand, Gauthier, Morris, Hemingway, d'Annunzio, Carpentier..., la lista es interminable. "Es el Shakespeare de las ciudades -se le ocurre decir a John Addington Symonds-: incomparable, irrebatible, y por encima de la envidia". Thomas Mann pervierte a su personaje, el escritor Aschenbach, mientras persigue la belleza destructora, encarnada en la figura de Tadzio. El ruso Joseph Brodsky escribe: "Al rozar el agua, esta ciudad mejora la imagen del tiempo, embellece el futuro. Ése es el papel de esta ciudad en el universo". No muy lejos de allí, en un castillo sobre el Adriático, a las afueras de Trieste, Rainer María Rilke canta en sus Elegías del Duino: "Pues lo bello no es más que ese grado de lo terrible que aún podemos soportar. Todo ángel es terrible". (Javier Reverte. Viaje al mar de la literatura)

La ciudad de los ángeles caídos:
Comprendía por qué tantas historias ambientadas en Venecia eran de misterio. Umbríos canales traseros y laberínticos pasajes donde incluso los iniciados se perdían alguna vez conjuraban con facilidad las atmósferas más siniestras. Reflejos, espejos y máscaras sugerían que las cosas no eran lo que aparentaban. Jardines escondidos, ventanas cerradas y voces invisibles hablaban de secretos y posiblemente de lo oculto. Arcos de estilo morisco recordaban que al fin y al cabo, la insondable mente oriental había tomado parte en todo esto.
El saqueo del ejército de Napoleón:
La muerte de Venecia se había predicho, declarado y lamentado durante doscientos años, desde que en 1797 Napoleón puso de rodillas a la otrora poderosa República Veneciana. En el apogeo de su gloria, Venecia había sido la máxima potencia marítima del mundo. Sus dominios se extendían desde los Alpes a Constantinopla y su riqueza no conocía parangón. La variedad arquitectónica de sus palacios -bizantinos, góticos, renacentistas, barrocos, neoclásicos- reflejaba una estética en constante desarrollo moldeada por un millón de conquistas y la acumulación de sus respectivos botines.
Pero en el siglo XVIII Venecia se había entregado al hedonismo y la disipación: bailes de máscaras, mesas de juego, prostitución y corrupción. La clase gobernante abandonó sus responsabilidades y el Estado se debilitó, impotente para resistir el acecho del ejército napoleónico. El Gran Concejo de la República Veneciana votó su propia disolución el 12 de mayo de 1797 y el último en la línea de ciento veinte dux dimitió. Desde entonces no ha habido dux en el palacio Ducal, ni Consejo de los Diez en la Cámara del Gran Consejo, ni constructores navales que fabricaran buques de guerra en el Arsenal ni prisioneros que arrastraran sus pies por el puente de los Suspiros de camino a las mazmorras. "¡Seré un Atila para el Estado veneciano!", había bramado Napoleón en italiano para que no cupieran malentendidos. Cumplió su palabra. Sus hombres saquearon el tesoro veneciano, destruyeron montones de edificios, arrancaron piedras preciosas de sus nichos, fundieron objetos de oro y plata y se llevaron cuadros de primerísimo orden para exponerlos en el Louvre y en el Museo Brera de Milán. (John Berendt)

Palacios e iglesias:
El más famoso es el Palacio Ducal. El actual Palacio de los Dux, situado junto a la iglesia de San Marcos, ocupa el mismo lugar que varias construcciones palatinas anteriores y es, en parte, un ejemplo de gótico italiano. Aloja una espléndida colección de arte, en la que destacan dos enormes estatuas de Marte y Neptuno de Sansovino, y grandes óleos de Tintoretto, como el Paraíso, que es uno de los mayores del mundo. Entre los palacios bizantinos figuran el Ca'Molin, donde vivió Petrarca, y los de Farsetti, Loredan y Da Mosto, en el Gran Canal, y el Fondaco dei Turchi, que alberga el Museo de Historia Natural. Uno de los palacios góticos más célebres es el Ca'd'Oro (s.XV), en el Gran Canal, hoy museo de arte que comprende una notable colección de muebles y pinturas. Otros grandes edificios góticos son el Palazzo Bernardo, el Palazzo Prinli y el Palazzo Cotarini Fasan. Entre los palacios renacentistas sobresalen el Trevisan, el Dario, el Corner de la Ca'Grande, diseñado por Sansovino, el Rezzonico y el Pesaro, palacio barroco convertido en el Museo del Arte Moderno. entre las iglesias destaca San Marco, gran monumento del arte bizantino, en la plaza del mismo nombre, con la tumba del santo evangelista. Al gótico pertenecen las iglesias de Santo Stefano, Santi Giovanni e Paolo, San Gregorio y Santa Maria Gloriosa dei Frari; al primer renacimiento, las de San Zacaría, San Salvatore y Santa Maria dei Miracoli; al renacimiento tardío, San Moisè, Santa Maria del Giglio, San Giorgio Maggiore, proyectada por Palladio, y la majestuosa iglesia de Santa Maria della Salute, que posee una bella y grande cúpula.
Monumentos de interés:
De los 400 puentes que cruzan los canales son famosos el puente de los Suspiros (fines s.XVI) y el de Rialto. El primero, comunica el Palacio Ducal con la antigua cárcel del estado. El segundo, con sus 21 m de largo, salva el Gran Canal y comunica la isla de San Marcos con el barrio antiguo de Rialto. El campanario más antiguo es el de San Geremia (s.XI); pero es más famoso el de San Marco, cuya torre primitiva se vino abajo (1902) y fue restaurada en 1912. Uno de los monumentos más bellos es la estatua ecuestre de Bartolomeo Colleoni, obra del Verrocchio. En la Piazzetta di San Marco se alzan dos columnas antiguas traídas de Egipto en el s.XII, coronadas por un león de bronce y por la estatua de san Teodoro, sobre un cocodrilo. Las scuole o casas gremiales poseeen gran interés arquitectónico. Destacan la Scuola di santa Maria della Carità, la de San Giovanni Evangelista, la de San Teodoro, la de la Misericordia, la de San Marco y la de san Rocco, que posee un espléndido grupo pictórico de Tintoretto. El arsenal, empezado a principios del s.XII y ampliado en los ss. XIV, XV y XVI, con sus cuatro leones de mármol traídos de Atenas que guardan su fachada.


Un recorrido de la ciudad de los canales a través de la literatura de un amante de su belleza :


Se puede recorrer Venecia leyendo las maravillosas epístolas en las que Henry James alaba las bondades de esta ciudad, agrupadas en dos volúmenes exquisitamente editados por Abada: Horas venecianas y Cartas desde Venecia. En una misiva fechada en junio de 1887, el señor James envió a su editor el manuscrito final de Los papeles de Aspern, la mejor compañía libresca para deambular por Venecia. El protagonista de esta nouvelle es un joven crítico y editor que recala en la ciudad de los canales en busca de una de las musas de un poeta cuya obra admira, Jeffrey Aspern (trasunto de Shelley), con el convencimiento de que la dama todavía conserva cartas y letras inéditas de éste en el palazzo en el que vive.
"Venecia es en verdad la Venecia de los sueños", escribió Henry James el 21 de septiembre de 1869 en una carta a su amigo John LaFargue. Acababa de llegar a la ciudad y se hospedaba en el hotel Barbesi. Tenía veintiséis años. Cuarenta años después se marchó, dejando los salones del Palazzo Barbaro "más adorables que nunca". El hotel Barbesi se encontraba en San Samuele y tenía unas maravillosas vistas al Gran Canal. La luminosidad de Venecia, sus callejuelas, góndolas, campos, palazzos y canales hechizaron al joven James. En aquella época, la colonia de expatriados británicos y estadounidenses era muy numerosa. Habitaban señoriales palazzos y se dejaban llevar por el ritmo decadente de la ciudad. Henry James pronto cambió su alojamiento en el hotel por las maravillosas estancias del Palazzino Alvisi (frente a la iglesia de Santa Maria della Salute, propiedad de Katharine y Arthur Bronson) y más tarde por el Palazzo Barbaro, junto al Gran Canal, magníficamente restaurado por Daniel y Ariana Curtis y cuya presencia es palpable en toda la obra de James.


MALETA LITERARIA: 

 - Venecia, de Jan Morris. El día en que, a finales de los años cincuenta, Jan Morris llegó a Venecia quedó total y absolutamente cautivada de la ciudad flotante que le salió al paso por entre la bruma. De ahí que escribiera uno de los frescos más deliciosos y completos sobre la cludad, cargado de anécdotas y curiosidades de la Serenísima y de les venecianos.

- La ciudad de los Ángeles caídos, de Jon Berendt. Impresionante descripción de Venecia, de sus suntuosos palacios y sus callejuelas, y de los venecianos. Pero detrás de esa preciosa fachada se esconde la tragedia y un misterio: el incendio de la Ópera de la Fenice.

- La muerte en Venecia, de Thomas Mann. La historia de Aschenbach, un alma agotada, capaz de sobrevivir sólo en el artificio, que descubre la belleza espontánea en un adolescente llamado Tadzio. Exquisita y emotiva.
- La Pasión, de Jeanette Winterson. En esta pequeña gran novelita, impecablemente ambientada en la decadente Serenísima de la época napoleónica, un joven galo al servicio del Emperador se enamora de una muchacha pelirroja de pies amorfos que se vende a hombres y mujeres para sobrevivir. Lo que les une va más allá de los canales y las palabras. Exquisita.
- Acqua Alta, de Donna Leon. Ésta porque el título me viene al pelucón, pero cualquiera de las aventuras del comisario Brunetti es una inmersión en una Venecia que poco tiene de onírica y mucho de sórdida y real: la Venecia del crimen, los secuestros, la corrupción…
- El libro flotante, de Michelle Lovric. La hermosa y pérfida mujer de un médico judío se mueve a placer por la ciudad para saciar su sed de placeres ilícitos con hombres de toda ralea en la Venecia del S. XV, justo cuando acaba de llegar de Alemania la primera imprenta.
- Fábula de Venecia, de Hugo Pratt. El historietista veneciano disecciona en viñetas la Venecia más legendaria, mágica y hermética a través de un guía de lujo: el mismísimo Corto Maltés. Cargada de referencias simbólicas y lugares reales, este volumen es un impagable paseo por la Serenísima.

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