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domingo, 28 de junio de 2020

Sab

Novela plenamente insertada en la época y la estética romántica en Hispanoamérica: en Sab hay una descripción poética de Camagüey donde sucede la trama; también está presente el grito de libertad, la pasión y la exaltación del yo y de los sentimientos individuales.El esclavo, la mujer y el indígena. Tres colectivos maltratados, vejados y humillados durante la historia de la sociedad patriarcal universal de todos los tiempos son los que trata Gómez de Avellaneda en esta novela.
Sab es un esclavo mestizo, hijo de una esclava y del amo de la finca donde trabaja que se enamora de Carlota, la heredera de la finca, y que antepone el amor que siente hacia ella a su libertad y a la de los suyos. Pero Sab es también la historia de Teresa, la criada de Carlota, que a través de sus actos y sus palabras es la voz del otro tipo de esclavo en la época: la mujer. 

martes, 2 de junio de 2020

La hija de la española

Una mujer desorientada en una Venezuela violenta y en crisis profunda encuentra por azar en la identidad de otra mujer el recurso adecuado para escapar del horror de la realidad de su país e inicia un proceso de identificación en una nueva mujer ,"la hija de la española". Se trata de una novela dramática de lazos sentimentales y culturales entre mujeres abocadas a la lucha por encontrar un lugar propio en una realidad hostil que acecha continuamente en el mapa escindido de una Latinoamérica herida.
Así empieza esta obra literaria:
Enterramos a mi madre con sus cosas: el vestido azul, los zapatos negros sin cuñas y las gafas multifocales. No podíamos despedirnos de otra manera. No podíamos borrar de su gesto aquellas prendas. Habría sido como devolverla incompleta a la tierra. Lo sepultamos todo, porque después de su muerte ya no nos quedaba nada. Ni siquiera nos teníamos la una a la otra. Aquel día caímos abatidas por el cansancio. Ella en su caja de madera; yo en la silla sin reposabrazos de una capilla ruinosa, la única disponible de las cinco o seis que busqué para hacer el velatorio y que pude contratar solo por tres horas. Más que funerarias, la ciudad tenía hornos. La gente entraba y salía de ellas como los panes que escaseaban en los anaqueles y llovían duros sobre nuestra memoria con el recuerdo del hambre.


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