Esta novela de la escritora británica Radclyffe Hall publicada en 1928 supuso un fabuloso escándalo de crítica y censura en su momento y ha quedado para la Historia de la Literatura como la primera novela que abordó abiertamente el lesbianismo. La historia trata sobre la vida de Stephen Gordon, una niña que nace en pleno periodo victoriano dentro de una noble familia rural inglesa y que por diversas circunstancias no es aceptada como mujer por sus padres. Su nombre, Stephen, es masculino por decisión de su padre, que deseaba un vástago que continuara su labor en el campo y una madre de raros escrúpulos de clase que jamás la querrá por el simple hecho de ser mujer en un mundo (el rural) eminentemente de hombres. La novela podría encuadrarse en el género costumbrista si no fuera porque el asunto del que trata, el lesbianismo, no era ninguna costumbre (aceptada) en los años 20. De hecho, la historia profundiza en los problemas tanto sociales como psicológicos que debe soportar la protagonista por el hecho de sentir atracción por las personas de su mismo sexo. Estamos, por tanto, ante una novela nada complaciente con la condición de lesbiana del personaje que lucha por aceptarse y ser aceptada en un agónico conflicto interior.
" La lectura de un buen libro es un diálogo incesante en el que el libro habla y el alma contesta." André Maurois (1885-1967). Novelista y ensayista francés.
Biblioteca
sábado, 21 de diciembre de 2019
viernes, 13 de diciembre de 2019
Querida María Antonieta
Jean Chalon, biógrafo de esta reina trágica, se ve seducido por su encanto pero no disimula sus debilidades. En este libro sensible y conmovedor, el autor sigue la vida de María Antonieta paso a paso hasta su muerte, con la dignidad como único sostén frente a su destino.
La vida de María Antonieta comienza como un sueño, en un palacio, en Viena, y termina como una pesadilla, en una prisión, en París. Entre ese comienzo de sueño y ese final de pesadilla, ¡cuántos encantamientos, bailes, fiestas, fuegos, juegos! En una palabra, todo lo que componía esa legendaria «dulzura de vivir».
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