New York, 21 de enero de 1982
Anoche soñé que
le estaba escribiendo una carta muy larga a mi madre para
contarle cosas de Nueva York, pero era una forma muy peculiar de
escritura. Estaba sentada en esta misma habitación, desde cuyos
ventanales se ve el East River, y lo que hacía no era
propiamente escribir, sino mover los dedos con gestos muy
precisos para que la luz incidiera de una forma determinada en
un espejito como de juguete que tenía en la mano y cuyos
reflejos ella recogía desde una ventana que había enfrente, al
otro lado del río. Se trataba de una especie de código secreto,
de un juego que ella había estado mucho tiempo tratándome de
enseñar. (Como cuando me quería enseñar a coser y me decía que
era cuestión de paciencia. «¿Ves como si te pones te sale bien?
Mira, el secreto está en no tener prisa y en atender a cada
puntada como si esa que das fuera la cosa más importante de tu
vida.»)
Y
la felicidad que me invadía en el sueño no radicaba sólo en
poderle contar cosas de Nueva York a mi madre y en tener la
certeza de que ella, aun después de muerta, me oía, sino también
en la complacencia que me proporcionaba mi destreza, es decir,
en haber aprendido a mandarle el mensaje de aquella forma tan
divertida y tan rara, que además era un juego secretamente
enseñado por ella y que nadie más que nosotras dos podía
compartir.(...)
Así empieza el ensayo que Carmen Martín Gaite escribió en 1987 para dar testimonio de un enfoque diferente de la literatura.Podéis seguir su lectura en homenaje a esta gran escritora y a su labor como autora e investigadora de la literatura escrita por mujeres. Y os invito a que miréis el siguiente vídeo:Desde su ventana a la mía,Carmen Martín Gaite.
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